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Vaivén

Irreverente, insaciable, impredecible. Algunos días se levanta azul, otros cristalino, y a veces se hace el verdoso. Baila al ritmo del viento, mientras le saca espuma a la costa. Y cuando el sol se arropa con él,  la luna sale para brillar ante su grandeza.
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Suspiro

Respiro, suspiro y me alivio, esto solo dura unas cuantas horas. Me ilusiono con que al levantarme todo haya pasado. Pero él siempre ha estado ahí, invisible, intocable y a la espera.

Por siempre

El canto de los pájaros,  el choque del viento sobre los árboles y las pisadas sobre las hojas era lo único que interrumpía el silencio de aquel bosque. No eran necesarias las palabras cuando las miradas lo decían todo. Caminaron durante una hora sin pronunciar una sola palabra, hasta que vieron el árbol más grande, frondoso y hermoso del bosque. Era tanta su grandeza que lo admiraron por minutos, hasta que Juan se acercó, sacó una navaja de su bolsillo y decidió inmortalizar su amor por Patricia en un corazón que encerraba sus iniciales. Al cabo de unos meses, el último testigo de aquella relación fue talado.

Avenida 19

Solo lo acompañaba el frío de la noche, pero lo consolaba el calor de su bebé. La gente caminaba con sus problemas sin percatarse de su existencia. Lo ignoraban, lo rechazaban, pero no era nada a lo que no estuviera acostumbrado. No importaba si era lunes o sábado, todos los días eran iguales para él. Al final solo importaba sobrevivir. Ese día no se hizo en el lugar de siempre, eligió otra esquina con la esperanza de cruzarse con gente que lo ayudara. Quedaban pocas horas para que la luna apareciera y llegó alguien que le cambió las pocas horas que quedaban del día. Ella lo observó desde la panadería, sabía que no podía ofrecerle más que pan, leche para su bebé y un abrazo. Lo que ella no sabía, era que ese abrazo era lo único que este hombre necesitaba aquel día.

Cargas ligeras

Los kilómetros aumentan, el corazón se acelera y de pronto estoy volando. En un parpadeo, una oleada de calor, sal de mar y piña colada me reciben. Desnudo mis pies mientras el sol se desvanece en el horizonte,  estaba a unos pasos de llegar al punto en donde las olas se devuelven y mientras mis pies abrazaban la arena, mis cargas se hacían más ligeras.

Me acostumbré

Me acostumbré a levantarme en las mañanas y saber que estás a mi lado, me acostumbré al olor que dejas en mis almohadas, me acostumbré a tener en las mañanas alguien a quien darle los buenos días, me acostumbré a sentir la necesidad de quererte, me acostumbré a suspirar sin darme cuenta. Decían que se necesitaba 21 días para adquirir un hábito, pero nunca me dijeron que en 21 días uno podía acostumbrarse a querer tanto a alguien.